La Gendronnière 16 a 17 de octubre, 2010
Discurso de introducción
Doy las gracias a todos los presentes por su participación: a los conferenciantes, al rev. Terae que representa al Sōtōshū Shūmuchō, a los kokusaifukyōshi europeos y a todos aquellos que han venido con el fin de participar en este seminario. Agradezco a este templo de la Gendronnière que nos acoge, al abad Roland Yūnō Rech, a Hugues Yūsen Naas, responsable del templo, a las personas que viven aquí y a todos aquellos que con su trabajo y compromiso han hecho posible esta reunión. Gracias.
En esta ocasión no pretendo hacer un verdadero discurso, no creo que sea mi papel como director europeo de la Oficina del Budismo Sōtō Zen, que organiza el seminario. Sólo deseo presentar el tema y la forma, y explicar su motivo.
Desde hace algunos años, nuestra oficina organiza un seminario dirigido a los kokusaifukyōshi, es decir a los monjes y monjas que son reconocidos por la institución japonesa Sōtōshū como misioneros que difunden internacionalmente la enseñanza del Budismo Sōtō Zen. Hasta ahora el objeto de estos seminarios era la forma en la que celebrar ciertas ceremonias, típicas del Sōtōshū japones, y que vienen considerándose esenciales en el proceso de reconocimiento institucional. Creo que es hora de dedicar este seminario al estudio de las lecciones que deberíamos difundir. Para hacer esto creo que es necesario en primer lugar reflexionar antes que nada en la realidad en la que vivimos y en sus interacciones con el budismo, del que somos discípulos y testimonio.
De ahí el título del seminario: “Hacia dónde vamos y para hace qué? Nuestra dirección para el futuro del budismo Sōtō Zen en Europa.” Cualquier aspecto de la actividad de una persona de la vía de Buda (la práctica religiosa, el estudio, el trabajo, la vida social) tiene que estar constantemente en relación con las cuestiones que están en la base de su compromiso como buddhadharma, que es siempre un compromiso personal: “¿Dónde me encuentro? ¿Qué estoy haciendo y por qué?¿La manera en la que hago las cosas corresponde a la enseñanza y al ejemplo de Buda?”. Se trata de una reflexión personal permanente, que en determinados momentos se convierte también en una reflexión pública, comunitaria. Es evidente que esta reflexión conjunta implica necesariamente a monjes y laicos, practicantes y estudiosos, por que la naturaleza del budismo Mahāyāna, del que el Sōtō Zen es una encarnación, es universal y no una prerrogativa exclusiva de una casta clerical institucionalizada. Esta es la razón por la que hemos solicitado la participación de ponentes de diferentes ambientes y hemos abierto el seminario a todos.
El budismo Sōtō Zen en Europa sólo tiene cincuenta años, por lo que se trata de un fenómeno que desde el punto de vista histórico acaba de hacer su aparición. Creo muy importante que esto esté inequívocamente claro para todo el mundo (en particular aquellos que se encuentran en la posición de misioneros internacionales) si no queremos que el budismo en Europa tenga el final del comunismo, que habría tenido que cambiar el mundo para siempre y tras solo setenta años de vida miserable ya estaba decrépito, para después terminar en lo ridículo y en la tragedia. Estoy convencido de que el budismo europeo (y diría que en general el occidental) esta afectado, por parafrasear a Lenin permaneciendo en el ejemplo anterior, de una enfermedad infantil que yo llamaría “expansionismo”. (1)
El budismo se ha difundido muy rápidamente en Europa por que sus pioneros estaban convencidos (han sido convencidos) de que lo que tenían que hacer era difundir, transmitir, enseñar. Hemos empezado a enseñar, incluso antes de empezar a aprender, olvidando muchas veces que el budismo existe antes que nada para ser vivido, de forma individual, uno por uno, por las personas que aspiran a seguir el camino que el Buda indicó.
He aquí por que el budismo se ha propagado rápidamente pero ha permanecido en la superficie, sobre la tierra. Tal como cuenta la parábola evangélica del sembrador, que arroja una gran cantidad de semillas sobre la superficie del campo: el sol las quema, los pájaros las picotean, antes de que puedan echar raíces y antes de que las raíces puedan crecer nutriéndose de los elementos que encuentran en el suelo cultural y espiritual europeo. Si la semilla no muere dentro de la tierra, nada brotará. La planta que llamamos el budismo es una consecuencia de nuestra forma de vida aquí, donde todo el mundo está viviendo y no el resultado de una enseñanza esparcida por aquí y por allá.
Así que la reflexión: “¿A dónde vamos y para qué?” es actual y pertinente.
El seminario no es más que uno de los posibles instrumentos para seguir la dirección de la que apenas he hablado. Lo declaro por tanto abierto, deseando a todos un buen trabajo y doy la palabra al primer orador.
(1) Referencia al célebre escrito de Lenin El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo (1920)
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